Case Studies
Entrevistas

Un nuevo lujo es posible

Sheila ha creado una marca de lujo, construida desde la integridad, el detalle y la tecnología silenciosa. En esta entrevista profundizamos en el origen, el camino, y el destino que busca para Qosmic.

Cuando alguien decide lanzar una marca de lujo, uno suele imaginar a una diseñadora de moda con gusto exquisito, contactos en el mundo editorial y una gran capacidad para vender humo. Lo que no imaginas es a alguien como Sheila Escot, una mujer que viene del mundo industrial, que ha trabajado en aeronáutica, en óptica, en fábricas textiles y en la parte financiera de fondos de inversión. Que ha trabajado en el lado más técnico, más invisible, más operativo del negocio.

Que ha vivido la industria desde dentro.

Sheila venía de optimizar fábricas, entender márgenes, ajustar operaciones. Su trabajo consistía en asegurarse de que las cosas funcionasen por dentro, no en hacerlas parecer bonitas por fuera. Eso hace que su salto al mundo del lujo no sea solo valiente, sino casi radical.

Y ese salto fue, como ella misma dice, "un salto sin red". Un día decidió que iba a emprender, sin saber del todo cómo ni por qué, y lo hizo. No por cálculo, sino por necesidad interna. Por una especie de impulso vital. Lo llama “modo suicida”. Un salto al vacío con un grito de Gerónimo. Sabía que iba a ser duro, pero aún así lo hizo.

Ese impulso no venía de una idea de negocio fría. Venía de una vivencia personal: años viajando cada semana entre España y Portugal, con una vida frenética, trabajando en un fondo que gestionaba marcas de lujo, viendo de cerca las contradicciones del sector. Sheila cuenta que muchas de las ideas que luego darían lugar a Qosmic surgieron en esos trayectos, con la maleta siempre lista, trabajando literalmente encima de ella mientras esperaba un avión.

En ese contexto de movimiento constante empezó a nacer la semilla: ¿y si hubiese otra forma de hacer lujo? ¿Y si en vez de repetir el modelo, se construyese algo más íntimo, más coherente, más emocional? ¿Y si ese producto pudiera hablar de integridad?

Ahí nace Qosmic. Como una consecuencia natural de haber visto demasiado y querer proponer algo nuevo. Sheila tiene una gran inspiración estética, pero su diferencial parte de la funcionalidad, del uso, del desgaste real, del día a día de mujeres que, como ella, intentan llegar a todo. Mujeres que trabajan, que tienen familia, que llevan una vida exigente. Mujeres cósmicas, dice ella. De ahí, precisamente, viene el nombre.

Qosmic nace de una visión personal sobre cómo debería ser el lujo hoy.

No surge como una réplica de lo que ya existe. Surge como respuesta. Como reacción a un mercado que ha vaciado de sentido muchas de las cosas que un día definieron el lujo. Quiere construir una nueva forma de entender el valor.

El lujo de verdad no necesita gritar

"El lujo ha perdido su exclusividad". Lo dice con la claridad de quien ha trabajado dentro del sistema y ha visto de primera mano cómo funcionan las cosas. Las marcas de lujo que nacieron para una élite, con producciones artesanales, con vínculos con el viaje, con lo exótico, con lo inaccesible, han terminado por volverse masivas. No tanto en número, pero sí en percepción.

Hoy cualquiera puede vestirse con una réplica clase A y parecer que lleva un Louis Vuitton. Con un poder adquisitivo medio y acceso a internet, puedes conseguir productos falsificados que incluso engañan a las propias marcas. Sheila lo ha visto. Ha seguido casos en los que las marcas originales no eran capaces de distinguir entre un producto suyo y una imitación. Y eso, como fundadora, como usuaria y como gestora de una marca naciente, le parece preocupante.

Ese fenómeno, el de la pérdida de exclusividad, no es solo un problema de producción. Es un problema de narrativa. Si ya no puedes confiar en lo que ves, si los productos pueden ser falsificados al milímetro, entonces lo que define el lujo no puede estar en la superficie. Tiene que estar en otra parte. En la experiencia, en los detalles, en el vínculo emocional.

Por eso Qosmic no grita. Sheila lo tiene claro cuando defiende que su cliente no busca reconocimiento social, sino verdad. No necesita mostrar un logo enorme para validar su compra. De hecho, en Qosmic, el logo va por dentro. Literalmente. Y no es un capricho de diseño. Es una declaración de principios. “Tú ya sabes cuánto vales”, dice Sheila. No necesitas que lo vean los demás.

La marca se construye desde la discreción. Desde el diseño sobrio, los colores serenos, las formas funcionales. No hay dorados excesivos, ni florituras gratuitas. Hay un equilibrio entre lo estético y lo útil. Y hay una intención: devolverle al lujo el contenido que ha perdido por el camino.

Para Sheila, ese contenido pasa por la integridad. Muchas de sus clientas se han sentido atraídas por la marca precisamente por eso. Porque respira coherencia. Porque no intenta parecer lo que no es. Porque no se rinde a la lógica del hype.

Qosmic propone otro ritmo. El del producto bien hecho, la historia bien contada y el crecimiento con sentido.

También hay un punto interesante sobre el tipo de cliente al que se dirige. Sheila distingue entre el consumidor de lujo que quiere que se le vea, que busca validación externa, y el que valora el objeto en sí, la calidad, el proceso, la artesanía. No quiere convencer al primero. No quiere competir con marcas como Gucci o Versace, que juegan en otra dimensión más festiva, colorida y ostentosa. Qosmic está más cerca de marcas como Ferragamo o The Row, que apuestan por un lujo silencioso, sobrio, y elegante.

Ese es el terreno donde Sheila quiere jugar. Y aunque no tenga el presupuesto ni la notoriedad de las grandes casas, tiene algo que muchas han perdido. Esto no es otra cosa que una historia auténtica, una razón de ser clara y una fundadora que cree cada palabra de lo que dice. Este es un lujo más cercano al arte que al consumo. Más vinculado a la identidad que a la apariencia. Y ahí está su fuerza. En un mundo que premia lo inmediato, Qosmic responde con diseño atemporal, materiales honestos y una estética que no persigue tendencias, sino que propone una.

Lo que no se ve, pero se nota

En el mundo startup se habla mucho de "product obsession". En el mundo del lujo, eso se traduce en decisiones que cuestan dinero y tiempo. En el caso de Qosmic, se traduce en detalles tan aparentemente pequeños como una arandela. Sheila contaba en la entrevista que compartió en redes una factura donde una sola arandela costaba más de 20 euros. No una pieza decorativa. Una arandela. Y un bolso lleva cuatro. Nadie lo ve. Nadie lo comenta. Pero está ahí.

Ha invertido tiempo y dinero en probar piezas en laboratorio. No solo las ha diseñado y testado con su equipo, sino que han pasado por procesos técnicos que permiten conocer cuánto peso soporta y cuántos ciclos resisten. Y cuando algo no cumple con sus expectativas, se descarta. Así de simple. Lo importante no es que salga bonito en foto, sino que dure. Que funcione. Que aguante el ritmo de una mujer que trabaja, viaja, tiene familia y no está dispuesta a renunciar al diseño ni a la utilidad.

Me encantan las marcas que diseñan pensando en su cliente. Es, de hecho, la única forma en la que entiendo "hacer marca". Es decir, tener siempre una perspectiva global de la construcción de cómo te perciben las personas que en algún momento decidirán darte su dinero a cambio de algo. Y el cómo hablarán de ti cuando tú mismo no estés en la sala.

Las cremalleras también han sido un campo de batalla. Sheila cuenta que ha probado decenas. Las pedía, las devolvía, pedía otras. Hasta dar con las que no solo encajaban en el diseño, sino que ofrecían el sonido y la fluidez que un bolso de lujo debe tener. Porque sí, el sonido también es parte del diseño. El clic de los imanes, el deslizamiento de la cremallera, la resistencia justa... Todo está pensado para que no solo se vea bien, sino que suene bien. Que transmita calidad en cada gesto.

Esta atención al detalle se extiende a los materiales. Los interiores son de algodón. Nada de forros sintéticos, aunque sean más baratos o más fáciles de conseguir. Y si un material viene de muy lejos (por ejemplo, desde México) y eso implica una huella de carbono que Sheila considera innecesaria, se descarta. No importa que sea un material técnicamente excelente. Si no encaja con la visión de sostenibilidad, no entra.

Y no es que Sheila no conozca la industria global. Ha trabajado en fábricas en Marruecos donde, como cuenta, había mejores condiciones laborales que en algunas europeas. Turnos regulados, transporte organizado, horarios cumplidos. Ella misma se quedaba hasta las ocho o las nueve en la oficina mientras la fábrica ya estaba cerrada. Por eso, cuando habla de decidir dónde fabricar o qué materiales usar, lo hace con conocimiento. No desde la ideología, sino desde la experiencia.

Todo esto se traduce en una marca que toma decisiones que no son fáciles. Que no se ven. Que no se entienden a veces desde fuera. Pero que marcan la diferencia. En lo que no se comunica en campañas, pero se nota en el uso diario. En lo que no aparece en los anuncios, pero sientes cada vez que tocas el producto.

Y eso, en un mundo que fomenta lo rápido, lo escalable, lo inmediato, es profundamente contracultural. Qosmic no quiere ser una marca que crezca a cualquier precio. Quiere ser una marca que puedas mirar de cerca y seguir encontrando razones para confiar. Sheila quiere que cada persona que cruce la puerta de Qosmic sienta que ha entrado en un espacio distinto. En una visión. Y eso solo se consigue cuando el producto está tan cuidado que habla por sí solo.

Tecnología que no se nota, pero transforma

Esta parte me fascina.

Cada bolso de Qosmic tiene su propio pasaporte digital. Es parte del producto desde su concepción. Sheila explica que cada bolso tiene un chip NFC integrado, de forma invisible, que permite al usuario acceder a una ficha digital única. Al acercar el móvil, como si fueras a pagar, se abre un mundo dentro del bolso.

¿Qué hay dentro? Información real. Trazabilidad del producto. Pruebas de laboratorio. Materiales usados. Lugar de producción. Historia del modelo. Y hasta un espacio para dejar un mensaje si el bolso es un regalo. Sheila pone un ejemplo muy profundo: "imagina que compras un Qosmic para tu hija, y le dejas un mensaje oculto que podrá ver en el futuro. Ese bolso no es solo un objeto. Es un recuerdo. Una cápsula emocional. Algo que trasciende el uso y entra en lo simbólico."

Además, ese chip permite algo que pocas marcas han conseguido implementar bien: la reventa con trazabilidad.

Si alguien revende el bolso, la nueva propietaria puede reclamar la titularidad y acceder al historial del producto. Puede comprobar que es auténtico, que ha pasado los controles, que está certificado. Y si necesita asistencia, puede contactar con Qosmic directamente. Esto convierte al bolso en un canal de comunicación directo entre marca y cliente, incluso más allá de la primera compra.

Y todo esto está registrado en blockchain. Es información inmutable. Lo que ves es lo que hay. Eso le da al producto un nivel de autenticidad y transparencia brutal. Sheila no lo hace para presumir de tecnología sino porque cree que es una herramienta para reforzar la confianza. Además, lo hace de forma que no interfiere con la experiencia estética o funcional del bolso. Está ahí, pero no se nota.

Gracias a este pasaporte digital, el bolso se convierte en un objeto vivo. Con historia. Con memoria. Con capas. Qosmic deja de ser solo una marca de diseño para convertirse en una marca de datos, de experiencia, de relación a largo plazo.

Y eso es lo que hace que funcione. Porque cuando una innovación no necesita explicación, sino que simplemente hace mejor la experiencia… entonces sabes que estás en el camino correcto. Gracias a esta tecnología, el producto no se termina cuando se entrega. Sigue evolucionando. Se convierte en un soporte para nuevas formas de comunicación, de personalización, de conexión emocional. Es casi como si el bolso pudiera hablar.

Crecer despacio, con estrategia

Qosmic tiene apenas un año y medio de vida en el mercado, pero su planteamiento es atípico desde el inicio. Hay una idea definida, que es evitar forzar nada que no encaje.

Durante la conversación, Sheila insistía en que hay un tipo de crecimiento que no le interesa. No quiere meter sus productos en marketplaces a cualquier precio. Ha rechazado propuestas de tiendas físicas cuando no compartían valores. No ha regalado bolsos a influencers, ni ha hecho colaboraciones por visibilidad. ¿Por qué? Porque no busca presencia, busca pertenencia. Y eso solo se consigue cuando las alianzas tienen sentido.

Uno de los casos que comenta es la presencia en plataformas de lujo sostenible. No ha llegado ahí por contactos o por pagar, sino porque el producto y la marca estaban alineados con sus criterios. También está empezando a hablar con boutiques que entienden su visión, que aprecian el producto, que quieren contar su historia. Nada de grandes almacenes o distribuciones masivas. Cada paso está medido.

Sheila también habló de la importancia de la comunidad. Qosmic no tiene community manager, pero tiene comunidad. Su canal principal sigue siendo el e-commerce, pero ha entendido que el vínculo con el cliente no empieza ni termina en la compra. Por eso cuida especialmente su newsletter, que no es una herramienta de venta directa, sino un espacio para contar historias, compartir avances y explicar decisiones. A veces incluso reconoce errores, como cuando un envío no salió como esperaba, o cuando decidió cambiar de proveedor. Esa transparencia construye confianza. En el mundo del lujo esto es revolucionario.

La otra gran vía de construcción de marca es Twitter. Allí Sheila comparte su día a día como fundadora. Publica fotos del backstage, de los errores, de las decisiones difíciles. Muestra facturas, consulta a su comunidad, escucha y responde. No porque sea una estrategia medida, sino porque es su manera de estar en el mundo. Como ella misma dice: "si no tengo nada que contar, no publico".

Ese enfoque le ha permitido construir una pequeña nube de personas que se sienten parte de algo. Una clienta que compra un bolso y luego compra otro. Más que satisfecha, está implicada. Y eso se nota en los comentarios, en los mensajes, en los correos que recibe la marca. No son interacciones vacías. Son relaciones.

Además, Sheila es consciente de sus límites. Sabe que no puede crecer al ritmo de las grandes marcas. Pero también sabe que esa es su ventaja. Puede ser ágil, puede iterar rápido, puede ajustar el rumbo sin pasar por diez departamentos. Y sobre todo, puede cuidar de su producto y de su cliente sin comprometer su visión.

Tiene visión. Sabe que construir marca lleva tiempo. Que ganarse la confianza del cliente no es cuestión de campañas, sino de detalles. Y que la autoridad se gana siendo constante.

Aprendizajes aplicables aunque no vendas lujo

Esta es la parte que más nos gusta a los que vibramos en la frecuencia de la observación. En todo Case Study se tiene que encender alguna bombilla, y en este no va a ser menos.

Si aún no se te han ocurrido cosas que podrías aplicar, te dejo 5 detalles que quizás se te hayan pasado.

  1. No grites para vender. Sheila lo repite en varios momentos de la entrevista: Qosmic no grita. Ni con logos, ni con campañas agresivas, ni con estrategias de visibilidad forzada. No ha regalado productos, no ha hecho colaboraciones vacías, no ha seguido la fórmula clásica de lanzar con hype. Y sin embargo, ha conseguido que la marca tenga una comunidad, que crezca con sentido, que conecte. Cuando el producto está bien hecho, cuando lo que haces tiene coherencia, el volumen llega desde la convicción, no desde el ruido.
  2. Diseña el después. Una parte muy potente de Qosmic es lo que ocurre después de la compra. Sheila ha diseñado un sistema donde cada bolso tiene un pasaporte digital único. No es un añadido, sino parte del producto. Eso le permite ofrecer un canal directo de posventa, gestionar cambios de titularidad, dejar mensajes si es un regalo... Y todo esto es parte de la experiencia. El viaje del cliente no termina con la compra. Empieza ahí. La mayoría de marcas se centran solo en la conversión. Te animo a que ofrezcas tus productos para la permanencia, para la relación.
  3. La sostenibilidad no es un claim. En la conversación comentamos que muchas marcas hablan de sostenibilidad, pero pocas toman decisiones difíciles para sostener ese discurso. Ella sí. Ha descartado materiales por su huella de carbono. Ha cambiado proveedores. Ha priorizado procesos más costosos por principios. Aunque el cliente no lo vea, aunque no se comunique en redes. La sostenibilidad no es una herramienta de marketing hoy (lo fue hace unos años). Tiene que ser una forma de hacer las cosas.
  4. Tu historia es tu ventaja. En vez de replicar lo que hacen otras marcas, ha construido desde cero, con una mirada ajena a la industria pero muy conectada con el producto, la tecnología y la experiencia. Su historia es su diferencial. Muchas veces tratamos de encajar en lo que creemos que se espera de nosotros. Qosmic demuestra que ser distinto es precisamente lo que te da sentido.
  5. El lujo está en los matices. El sonido de una cremallera o el grosor del forro. Cada pequeño detalle en Qosmic está pensado. Sheila cuenta que ha devuelto decenas de cremalleras hasta encontrar la que encajaba. Que ha pagado arandelas a 22 € porque eran las que respetaban el diseño. Que ha pasado productos por laboratorio para garantizar su durabilidad. Eso es lujo. No es solo el precio. Es la exigencia. Es la profundidad. Y aunque no vendas bolsos, puedes aplicar esa lógica a cualquier producto o servicio. El detalle importa. Y la diferencia está, muchas veces, en lo que casi nadie ve.

Hay marcas que hacen branding desde el logo. Otras lo hacen desde el producto, desde la conversación, desde la forma de tomar decisiones. Qosmic está claramente en ese segundo grupo. Sheila no habla de storytelling como herramienta. Habla de coherencia como base. De hacer lo que toca, aunque no se vea. De no coger atajos, aunque el camino sea más lento.

Durante la conversación lo repite varias veces: "no tengo prisa, pero tengo dirección".

Quiere construir algo que dure. Algo que tenga sentido. Algo que conecte con un tipo de cliente que valora más el proceso que el show-off. Más la integridad que la ostentación.

Qosmic es una marca que se explica sola si la miras de cerca. Si tocas el producto, si lees la newsletter, si escuchas a Sheila en una conversación. No necesita vestir un relato porque ya hay una verdad que sostiene todo lo demás.

Esa es su mayor fortaleza. Y también su apuesta más arriesgada. Pero como bien dice Sheila: "si vas a construir algo, que sea desde lo que tú crees. Porque si no, ¿para qué saltaste al vacío?"

Qosmic no merece que la mires porque grita. Merece que la mires precisamente porque no lo hace.