Case Studies
Branding

Construir una heritage brand desde cero (y venderla como si tuviera siglos)

La historia de cómo una pareja, Ramdane Touhami y Victoire de Taillac, decidió rescatar el legado casi olvidado de una pequeña tienda parisina fundada en 1803, y convertirlo en algo mucho más grande.

Officine Universelle Buly 1803 es la historia de cómo una pareja, Ramdane Touhami y Victoire de Taillac, decidió rescatar el legado casi olvidado de una pequeña tienda parisina fundada en 1803, y convertirlo en algo mucho más grande.

Por cierto, Buly 1803 es una heritage brand creada desde cero.

Una heritage brand es una marca que se apoya en historia, tradición y legado (que puede ser real o construido) para vender productos que den la sensación de estar comprando algo con siglos de trayecto.

Bien, pues esta marca es tan creíble y está tan bien ejecutada que en 2021 el grupo LOUIS VUITTON MOET-HENNESY (LVMH) la compró para sumarla a su cartera.

¿La clave? Supieron construir un universo que parece haber existido siempre. Si ves su tiendas parecen museos del siglo XIX, frascos que podrían estar en el tocador de una condesa, papeles marmoleados, y un lenguaje que suena a cartas escritas con pluma. Todo pensado para que cuando compres algo sientas que te estás llevando un trozo de historia, no solo un cosmético.

El caso, es que además el producto lo respalda. 

Hablan de perfumes sin alcohol basados en fórmulas del siglo XIX, pastas dentales con sabores extraños y naturales, peines japoneses artesanales que cuestan más de 500 euros. Todo tiene un nivel de calidad y exclusividad que sostiene esta narrativa.

Este case study va precisamente de esto. De cómo montar una marca que tenga legado, aunque en realidad la hayas construido tú desde cero.

2. Branding y storytelling

Lo primero que notas de Buly 1803 es que no parece un negocio creado en 2014. Ni en su web, ni en sus emails, ni en su forma de hablar. Todo está diseñado para que sientas que la marca tiene solera, que es algo que llevaba siglos ahí esperando a que tú lo descubrieras.

Hablan con un tono literario, muy alejado de los ecommerces habituales. Te cuentan historias largas, referencias a siglos pasados, al arte, y te hacen sentir partícipe de un legado. Diría incluso que buscan despertar en ti ese impulso que todos tenemos por ser o parecer más cultos.

Mira su email de bienvenida, por ejemplo.

Te hablan de sus Productos

Donde Cada producto tiene su micro historia. En lugar de centrarse en funcionalidades rápidas, hablan de los ingredientes con mucho respeto, como si estuvieras en un Jardín Botánico. Describen las fórmulas como reliquias secretas, heredadas de rituales antiguos. Así no compras un simple aceite o una crema sino un ritual transmitido a través del tiempo, un pedazo de un saber que parecía perdido. Está muy guay esto.

Regalos

Incluso cuando hablan de regalar, no lo hacen con el típico “el pack perfecto para sorprender a alguien especial”. Para ellos, regalar un producto Buly es entregar un tesoro, algo digno de ser expuesto en una vitrina. Sus cofres o los papeles marmoleados al final convierten un simple regalo en una pequeña ceremonia.

Podcast

Además Para reforzar todo ese mundo, tienen un podcast donde hablan de arte, historia, perfumes, botánica. Y No lo usan para vender directamente sino para educar y expandir su universo cultural. Cada episodio irá reforzando la idea de que Buly es mucho más que una tienda, para convertirse en un lugar donde aprender, donde dejarse inspirar.

Tiendas físicas

Y si con todo esto aún no te habías creído que es una marca especial, te enseñan sus tiendas y terminas de caer rendido. Estéticamente son como templos del siglo XIX pero adaptados a hoy: muebles de madera noble, luz tenue, frascos de cerámica, o hasta un calígrafo escribiendo tu nombre en la etiqueta. Me imagino que cuando compras parece que acabas de vivir un momento digno de ser contado.

La tienda es parte fundamental del storytelling.

3. Bulythèque

Luego está la Bulythèque como la guinda del pastel. Es una sección de su web que funciona como una especie de biblioteca digital, donde publican artículos largos, ilustrados, llenos de referencias culturales. Allí te cuentan por ejemplo cómo se perfumaban los romanos, la historia casi perdida de un pigmento azul, el simbolismo de ciertas flores en la pintura barroca, o relatos inspirados en exploradores y poetas.

No hay ningún “añadir al carrito” metido con calzador. ¿Por qué? Porque el objetivo es que pases tiempo dentro del mundo Buly, sin que sientas que te están vendiendo. Cuando llegue el momento de comprar, lo harás convencido de que formas parte de algo más grande. Esto es branding de nivel top, o sea convierten a la marca en un editor cultural, que educa, entretiene y crea afinidad. Así cuando finalmente decides llevarte un perfume o una crema, no lo haces por el producto en sí, sino porque te quieres llevar una parte de ese universo o formar parte de él.

4. Experiencia ON y OFF

Aquí hay 3 elementos que forman el juego entero.

Creíble y seductora (más valor percibido)

Toda esta estrategia no es solo estética: multiplica el valor percibido del producto. Saber jugar estas cartas les permitió incluso seducir al Louvre, que aceptó una colaboración histórica para ellos hace unos años.

Crearon perfumes inspirados en 8 obras del museo, con 8 perfumistas diferentes. Estamos hablando de que el Louvre no había abierto su espacio a una colaboración así en sus más de 200 años de historia. Esto no habría sido ni siquiera una posibilidad si la marca no hubiera tenido este aura.

Concepto tan diferenciado que aumenta la curiosidad

Buly tiene un concepto tan distinto de cualquier otra marca de cosmética que la curiosidad se dispara. Mucha gente entra en las tiendas solo para verlas, para oler, para curiosear. Son parte de una experiencia turística incluso.

No están en una lógica de “compra rápida”, sino en la de seducir lentamente. Eso funciona: el cliente siente que está descubriendo algo, no que le están vendiendo.

Producto como lujo

Y ojo, que detrás no hay solo “cuentos bonitos”. El producto respalda la narrativa. Hablan de fórmulas históricas, usan ingredientes poco habituales, tienen objetos artesanales como peines minebari japoneses que cuestan más de 500 euros. El lujo aquí no es solo la estética: es el producto en sí, su historia y su rareza. Y eso hace que quien compra, lo haga sin mirar el precio con lupa, porque siente que se está llevando algo especial, casi irrepetible.

5. Cómo construir una heritage brand

¿Qué puedes aprender de Buly si quieres construir algo así, aunque no tengas 200 años de historia detrás?

  • No hablar de dinero. En Buly no ves “-20% solo hoy”. Hablan de cultura, historia, belleza. No compiten por precio, compiten por percepción de valor.

  • Localización física importa. Sus tiendas son experiencias inmersivas, que refuerzan todo el relato. No son solo puntos de venta, son parte del mito.

  • Dar la impresión de atemporalidad. Todo parece sacado de otra época. Así, aunque la marca se haya relanzado en 2014, el cliente siente que tiene siglos de vida.

  • Cada compra es una experiencia. Desde el calígrafo escribiendo tu nombre hasta el papel marmoleado. Todo convierte un simple acto de pago en un momento memorable.

  • Crea una historia que lo impregne todo. Desde la web hasta el email de bienvenida, desde el podcast hasta el packaging. La historia tiene que ser tan buena y tan coherente que el cliente la compre antes de mirar el producto.

Crear una heritage brand no es una cuestión de marketing vacío.

Va de diseñar un mundo tan creíble y coherente que el cliente quiera entrar y quedarse.

Para eso, no puedes centrarte solo en vender. Tienes que educar, entretener y hacer soñar. Y sobre todo, sostenerlo en el tiempo para que esa historia acabe valiendo mucho más que cualquier descuento.