Estoy en una casa rural en la Sierra de Gredos.
Una casa modesta, con un par de habitaciones. Arreglada, pero sin lujos. Todo en una planta. Tiene un terreno amplio, con una zona de césped y una pequeña piscina. Ayer pasamos toda la tarde jugando con mi hijo y charlando con mi mujer a ratos mientras él estaba viendo algunos animales, flores y frutos que encontrábamos.
No pidió atención en ningún momento. Corría por el césped, saltaba, se rebozaba en barro para luego ir a la ducha exterior a quitárselo. Era ahí donde él quería estar.
Me dio mucho que pensar. Me gustaría vivir ahí aunque echase de menos estar en sociedad. Si sus abuelos estuviesen cerca de un entorno así no me lo pensaría dos veces. Actualmente vivimos en un entorno que se parece bastante a eso, pero es impensable encontrar espacios así. No te digo ya si quisiéramos acercarnos más al centro de Madrid.
Entré en Idealista por curiosidad. Suelo hacerlo cuando estoy en lugares que me gustan solo para enfadarme viendo los precios. No los de ahí, sino los de aquí. Individual reformado con 600 metros de parcela por el precio de un estudio interior en Almagro.
No sé qué nos llevó a perder el norte. Un niño quiere estar ahí, y yo reconozco que durante ese rato sentí una especie de sintonía entre lo que soy y lo que me rodea. Siento que el futuro de mi familia se parecerá bastante a eso.
En realidad he ido construyendo mi vida durante años para que el resultado final se acerque, y hoy te voy a contar los dos últimos proyectos en los que he trabajado este mes. Quién sabe si conocer estas dos historias te despierta posibilidades para ti. Quizás ya hagas cosas que te inviten a pensar que tu camino podría ser similar.
Pensar que "nadie" te ve.
Cuando creas contenido de forma constante tiendes a evaluar tus piezas con las métricas que te ofrecen las plataformas en las que lo subes. Los likes, compartidos, visualizaciones... son importantes si tu objetivo es ese. Pero, ¿qué ocurre cuando tu contenido no siempre responde a los códigos de estas plataformas?
Algo así me pasa a mí con Youtube.
Si evalúo mis vídeos por likes, o visualizaciones, y después lo comparo con el esfuerzo para guionizar, grabar y editar cada uno de ellos, la decisión coherente sería la de dejar de hacerlos.
Afortunadamente, hay casos en los que cada visualización tiene importancia de forma individual. Me imagino que esto varía según el sector, pero donde nos movemos todos los que estamos aquí funciona de esta manera.
Gracias a esos vídeos, en el último mes han tocado a mi puerta algunas personas muy relevantes en empresas que son historia de España.
Un caso particular, con el que me he sentido muy cómodo trabajando, me pidió consejo acerca de la salida al mercado de uno de sus nuevos productos. Por darte contexto, imagínate que llevas casi 100 años haciendo productos para un público, con un canal determinado, y decides evolucionar con otro público y otro canal.
Lo que hayas hecho en el pasado no es garantía de nada. Tampoco lo es contratarme, pero me enorgullece plantarme delante de un grupo de personas para decirles que sus planos iniciales necesitan ajustes antes de empezar a volcar hormigón.
Agradecido por la confianza a ese orgulloso suscriptor de Versátil. Recuerdo que en mi etapa formativa deseaba vestir traje y corbata para sentarme en una mesa con vistas en la planta alta de algún edificio de los que tienes en mente. En realidad lo único que deseaba era poder hablar de tú a tú.
Hay algo más que he hecho en mis ratos libres de septiembre.
Dominar los procesos de fabricación en China despertó en mí otras ideas con las que ganarme la vida.
Hago merchandising.
Pero del bueno. Ese tipo de detalle que recibes y que nunca acabará en el fondo de un cajón. Siento que el regalo corporativo es una forma infravalorada para la transmisión de tu mensaje como empresa. Si entiendes el merchandising como una obligación, nunca seré tu hombre. Si lo entiendes como una oportunidad a la que dedicar mimo, deberías hablar conmigo.
Así lo hacen varias empresas desde hace años. Empresas que conoces y que probablemente consumas. Me encanta el proceso porque me hace recordar cómo creaba producto en mi etapa como fundador. Qué características tendrá ese producto para que se diferencie del resto y fomente el recuerdo de marca.
Nunca le di mayor importancia porque no son mis negocios lo que me define.
O sí, por aquello de ser versátil. No lo sé. Qué más da, en realidad. Haz cosas. Hacer cosas es lo que me llevará a ese lugar en el que mi hijo quiere estar.
Tengo poco más que contarte hoy.